viernes, 29 de julio de 2011

Un mes replicando esquemas.

Estoy escribiendo un libro. No es excusa, Joaquín, no es excusa para reproducir esquemas cuyo fracaso está harto demostrado vez tras vez en el rosario de mis días.
Ya sé, Joaquín, lo que me vas a decir. Sé que mi "matriz" está torcida, está desmatrizada, y que lo que yo tengo que hacer es actuar de un modo distinto a como actúo habitualmente, porque así voy a estar más cerca de ser un ser sano y más lejos de ser un ser Martino, lo que aparentemente no es deseable. Entiendo que mi reacción evitativa de la acción, también llamada reacción por la inacción, o, de este lado de Callao, llamada inter nos paja común y silvestre, sirve para darle excusas a mis enemigos para hablar mal de mí (con la verdad) y para que yo siga perdiendo tiempo en reprocharme el tiempo perdido.
Es eficaz, Joaquín, no lo niegues, es una matriz eficaz. Mi inacción genera culpa para mí y motivos para no valorarme en los demás. ¿Por qué valorarían a alguien enormemente capaz que nunca demostró su capacidad haciendo nada? Y, claro, entre la sensación de que los demás a uno no lo valoran y la sensación de que uno es un inútil que solo pierde tiempo, se genera como por ensalmo esta desazón tan triste y tan tendiente a la inacción, y vuelta a empezar.
¿Por qué mi desazón triste toma cuerpo en quedarme despierto toda la noche y dormir todo el día? ¿Es mi culpa, acaso, que el mundo funcione de día y de noche yo no pueda ir a trabajar o a hacer trámites o hacer llamados importantes que figuran en rojo, subrayados tres veces, en mi to do list? ¿Será que, de funcionar el mundo de noche, yo encontraría el modo de estar despierto solo de día? Conociendo el buey con que aro, no me extrañaría.  Es que la noche me protege precisamente de ese modo: La noche no espera nada de mí. Entonces puedo hacer cosas durante la noche, puesto que nada se espera que haga. Lo problemático aparece cuando, siendo de día, se espera que yo haga alguna otra cosa que roncar a pierna suelta como un santiagueño.
Pero suficiente. Suficiente de este mecanismo horroroso de creer que uno se acerca a solucionar un problema por el solo hecho de escribirlo, cuando en realidad lo que ocurre de verdad verdadera es que hace un mes que no escribo nada acá y, en lugar de escribir algo, escribo los mecanismos mentales que me impiden escribir. (Cuando digo este tipo de cosas algunas mujeres piensan que soy "lindo". Como para explorarlo).

Contaba que estoy escribiendo un libro. Lo contaba como excusa pero es la pura y dura, es la tarea que tengo asignada en  mi trabajo en la empresa, y ocurre, oh, que no se cómo mierda agarrar la temática para saber de dónde empezar. Para peor, el hecho de tener una "tarea" asignada, me obliga por objetivos y no por horarios, de modo de seguir replicando este esquema de paja permanente y no llegar nunca, no ya a poner una letra sobre un papel, sino a empezar a pensar en qué documentación voy a necesitar para poder investigar el tema sobre el cual, luego, tendré que escribir. Y si no está el libro listo en septiembre, el que está listo soy yo. Es "la prueba". Es que pedí un trabajo de responsabilidad para poder dejar de trabajar de esclavito, y me dijeron que sí los muy hijos de puta, de modo que ahora tengo una responsabilidad que me pesa en los hombros, me insomnia las noches, me angustia los sueños diurnos, me culpea las inactividades y me estruja los huevos con imperceptiblemente creciente presión día tras día. Llegará el día en que mis huevos estén en su máximo nivel de estrujamiento posible; y esto no es un trabajo para la facultad, que se puede zafar en las dos horas finales, o en la noche final, es un trabajo del que depende mi futuro, que no se puede apurar en dos días sin dormir, porque saldrá una porquería.

De modo que no me queda otra que disciplinarme. Y ahí entra Joaquín en todo esto. ¿Quién? Joaquín, mi analista, que tiene una irritante cara de Rodriguez Larreta, y que seguramente lo vota a Macri, pero que me cobra por arreglarme, en teoría, las neuronas, y hasta ahora tanto resultado no hemos visto. Cuestión que tengo sesión ahora en un par de horas y más vale por su bien que me diga cómo carajo hacer para disciplinarme en lugar de darme otra vez la parrafada con la que di comienzo a esta entrada y que, como demostré, me se de memoria.

En un orden de ideas más positivo: ¡Estoy escribiendo un libro! por una parte, y ¡Tengo un seguidor!, por otra parte. Claro que mi seguidor(a) es una importante artista gráfica a quien yo le pedí de rodillas que me leyera y me contestó, seis semanas después, que está encantada con mi pedido pero que está demasiado ocupada. ¿Demasiado ocupada como para leer un blog que no actualiza y que tiene cuatro posts roñosos? me pregunté yo, pero no le pregunté a la artista porque a ver si todavía agarra y después se me arma bardo con la comunidad (artística, no la de Alex de la Iglesia).

Y en otro orden de ideas más distinto aún: De Claribel, este blog, la Plaza, y múltiples etcéteras, tengo mucho que contar, pero no ahora, porque se me hace tarde y ya son como las ocho y cuarto pasaditas. ¿Sabías que, desde mi casa, se escucha a las ocho de la mañana la primer parrafada de campanadas de la Legislatura? Esas ocho campanadas me indican que es hora de dormir en general. Pero no hoy, porque tengo la cama llena de cachivaches que estuve "ordenando" (tirando sobre la cama) y de todos modos tengo que irme a Belgrano a encontrarme con Rodriguez Larreta disfrazado de Joaquín, para que me indique, desde su vida ideal, por qué mi vida es desastrosa, por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa.

Bueno, eso, "hasta mañana".

2 comentarios:

d.- dijo...

¿Un seguidor? ¿Y yo que soy?
(Véase post del 19-05-2011)

Por lo demás, dicen las malas lenguas -y entre ellas la mía-, que no existen los genios sino las obras geniales. Adelante.

Martino dijo...

Un seguidor es uno que se hace seguidor en la barrita del costado. En este caso, Torga, artista plástica, regaladora de libros y loca.